martes, 4 de septiembre de 2007

Todos los caminos llevan a la literatura, Manuel Cervantes y sus libros

Todos los caminos llevan a la literatura,
Manuel Cervantes y sus libros

La literatura más viva de nuestro país, hoy por hoy, tiene un signo inequívoco que cabe en una palabra: clandestinaje. Su naturaleza secreta, su oculta difusión entre pocos lectores, no consiste en el desafío a la ley, ni a un estado represor —no hasta ahora, aunque negros nubarrones atisban por ahí en el horizonte—, tampoco busca eludirlos, simplemente es un rumor que en su irrealidad es más consistente y poderosa que la literatura de la oficialidad. Vale apuntar que muchos de los autores que publican «oficialmente», igual transitan a ese clandestīnus con una naturalidad explicable. No se trata de una moda, son los signos de la supervivencia.

Publicar bajo el sello editorial de una institución de gobierno, incluso el de una universidad, entre la mayoría del gremio intelectual es emblemática distinción, el reconocimiento tácito de que se ha traspasado el velo de lo inédito y que se ha adquirido, nuevamente, naturalización en la república de las letras. Poco importan los lectores de carne y hueso, porque el prestigio y certificación emanaría de esos surtidores autentificadores: el poder político y el poder académico. Y casi todo escritor mexicano busca desesperadamente esa doble vía de afirmación: universidades y secretarías o dependencias oficiales de cultura, al punto de que olvidamos lo fundamental, la literatura cobra sentido y valor en los libros, en la palabra impresa o digital que, al ser leída, complementa y hasta transforma la visión de sus lectores; la editorial —humilde o glamorosa— es la generosa hostería, cuyo hospedero siempre tendrá filias y fobias, una ideología, una visión del mundo por vida y por escrito.

Paradójicamente y por fortuna, ante la escasez de opciones «oficiales» —cuyos temibles cancerberos son otros escritores, muchas veces celosos, fieros y de dictámenes flagrantes en su injusticia, y don Manuel Cervantes es un expediente y víctima adicional de estos—, se ha estimulado la creación de editoriales emergentes, que apuestan por la vida misma, por vivirla, escribirla y publicarla con éxito creciente, he ahí casas editoras como El Arlequín, Paraíso perdido, La rueda, Ediciones Euterpe, Acento Editores, Ultravioleta, etcétera.

Aproximadamente hace un año surgió casi de manera clandestina un libro, bajo el sello de Ediciones Euterpe, de don Manuel Cervantes, un escritor entrado en años cuya literatura es esencialmente joven y vital. Cada uno de los cuentos de Caminos sin historia tienen una frescura equiparable a la de los escritores en sus veintitantos en sus argumentos y tramas, pero con el oficio del can viejo; ejercita ahí una lengua literaria cuya búsqueda igual indaga en el caló que en la lengua culta, con una naturalidad por momentos exquisita y deslumbrante.

Al leer las 95 páginas del libro de don Manuel, recordé un maravilloso poema a propósito del poeta prometeico, en ese bastión fecundo que es el libro Ganarás la luz, de León Felipe —otro escritor de caminos y exilios—, y me doy cuenta de que ese lagarto y español universal nacido en Tábara tenía toda la razón. Al escribir literatura todos construimos la literatura; al tiempo y los lectores corresponderá situar nuestras obras.


A través de los cuentos de don Manuel prima la soledad. Sus personajes son preponderantemente varones, algunos encumbrados otros de baja estofa, cuyo sino común es la caída. Todos ellos deben enfrentar la decadencia, el final de sus tiempos; la edad no importa, lo relevante son las actitudes, místicas, morales, sus consecuencias. En el relato «La fuga», leemos en el diálogo interno del joven protagonista esta determinación: «La libertad no se regala, se conquista. Debemos actuar antes de que nuestros ideales se vuelvan humo o se pierdan en el conformismo de los años.» La misma determinación que podría definir el sentido de sus veinte cuentos y su retardada aparición pública. A ellos, los cuentos, los atraviesa con sencillez venturosa la vena del realismo más crudo o la de la fantasía, aunque invariablemente terminarán en el otro signo, la adversidad, quizá el símbolo del triunfo superior y cristiano que parece predominar en la visión de nuestro autor.

Traducir la adversidad es, para don Manuel, buscar por detrás del telón de la creencia y documentar su substancia actual y vigente; de este modo, el sentido de lo adverso cobra forma en conceptos, sí, pero también en argumentos. En el relato «Un caso común» se sintetiza de la siguiente manera: «Está presente ya el fruto de la nueva cultura: narcotráfico, asaltos, secuestros, lavado de dinero… La vida provinciana ha quedado atrás.» Importante subrayar esto, porque don Manuel Cervantes es tapatío por elección y habla de Guadalajara en sus relatos. En estas últimas décadas ha sido testigo de una ciudad enferma del síndrome de gigantismo que padecen sus pares en el mundo, mas, a diferencia de aquellos escritores que añoran en sus páginas una borrosa e ingenua sociedad de mediados de siglo XX —y vale preguntarse: ¿realmente lo sería, «ingenua», o éste sólo era el síntoma de un puritanismo ciego?—, Cervantes observa la vida en sus aspectos más adversos y punzantes, le da voz a los individuos reales, evita distraerse en relatos preciosistas, tampoco le concede mucho crédito a los juegos bibliográficos y nos hace presentes al banquero fraudulento coludido con pillos sin escrúpulos, el conserje viudo en su delírium trémens, asesinos silenciosos y justicieros, fantasmas escépticos de la muerte, amistades y médicos titubeantes en su ética, emigrantes a los Estados Unidos y el once de septiembre, en fin, la galería abarca una diversidad significativa y contemporánea, pero cuyo retrato más fiel es, nuevamente, el semblante de la soledad. Más preciso aún: el insomnio de la soledad. No por nada en el cuento «Don Pepe», el protagonista y probable parricida —el parricidio resuena en el volumen con ímpetu freudiano— nos confesará: «El insomnio es un mal síntoma. Estoy aquí como si no estuviera.»

Y es lo que sucede con don Manuel. Está en su ausencia. Los personajes, en su lengua, son casi palpables, nos dicen y traducen lo que el autor atestigua y piensa, porque él desdeña el pretendido papel de volverse un narrador objetivo, invisible e insensible, y antes bien sutilmente impregna de su visión sus relatos. Por el contrario de lo que se pudiera pensar, aun cuando advertimos su sentido moral, nos damos cuenta de que eso enriquece el texto, incluso define las reglas de juego literario; en este sentido, ha sabido extraer sus enseñanzas a la vigorosa tradición de los grandes novelistas del siglo XIX: Víctor Hugo, Merimée, Stendhal, Balzac...

Por último, un pequeño apunte más. Su aporte en estos relatos implican una doble advertencia: primera, reafirma la necesidad de indagar en la representación del lenguaje cotidiano —y esto no quiere decir someterse a su imperio, pues bien sabemos que la lengua es un espíritu errante, multiforme, promiscuo—, lo que vuelve imperativo revisar los libros que ya circulan de mano en mano como un secreto misterio entre lectores afortunados, incluso de los que permanecen inéditos, y segunda, evidencia que la república de nuestras letras tiene muchas deudas pendientes con plumas como las de don Manuel, porque es probable que sus páginas encierren en los casos más modestos las nuevas rutas de nuestra literatura.

Sergio-Jesús Rodríguez

PD. Don Manuel Cervantes presentará sus libros Caminos sin historia (cuentos) y Los sueños de Dorita (cuentos infantiles), ambos bajo el sello de Ediciones Euterpe, en el Ex convento del Carmen, con domicilio en avenida Juárez, entre 8 de julio y casi Federalismo, Centro histórico, este miércoles 5 de septiembre de 2007, a las 20:30 horas. En el acto lo acompañarán el académico de la UdeG y conductor del programa radiofónico Letrario, de la XEJB FM, Gabino Cárdenas, y la poeta Silvia Eugenia Castillero. Ingreso y brindis sin costo. Para cualquier información adicional sobre este autor, favor de comunicarse a su buzón electrónico: ma_cervantes@hotmail.com, o en la Dirección de literatura, de la Secretaría de Cultura Jalisco.

1 comentario:

  1. ¿Entonces este autor se desprende de ser un simple y llano narrador de los textos que escribe, para convertirse en un participe activo dentro del texto mismo? Suena bien, espero tener la oportunidad de leer alguno de sus libros.

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